viernes, 18 de abril de 2008


Durante mucho tiempo se pensó, de una manera un tanto idealizada, que la participación de las familias a través de las AMPA, los consejos escolares y otros mecanismos de representación iba a encarrilar adecuadamente el crónico desencuentro entre estos dos agentes educativos. Craso error. La mera participación, en la escuela como en otros espacios de democracia formal, es necesaria pero insuficiente. La cuestión a dilucidar es: ¿participar para qué?, ¿con qué objetivos?, ¿bajo qué bagaje educativo y cultural? Ello obliga a replantear el comportamiento, las actitudes y los roles de la familia, muy enquistados en una lógica corporativa. Lo mismo que ocurre en la escuela y en la profesión docente. Como mucho, familia y escuela se respetan e incluso se rozan, pero no se acercan lo necesario para aparcar sus propios intereses y compartir un proyecto común en beneficio de la infancia y la adolescencia. Los artículos que siguen cuentan algunas claves de este desencuentro y sugieren otras, mediante opiniones sólidamente argumentadas, propuestas viables y experiencias contrastadas, para generar el necesario entendimiento. El único camino para avanzar y generar un cambio por parte de toda la comunidad educativa. Para adaptarse a las exigencias de la modernidad menos líquida.
Familia

Coordinación: Lourdes Martí
Periodista y redactora jefe de Cuadernos de Pedagogía

la magia en la vida


la escuela no debe ser para un niño o niña, solo un lugar en donde le entreguen conocimientos.
un niño pasa en la escuela gran parte del dia, pasando a ser la profesora y sus compañeros parte de su gran familia, una familia llamada curso.
la vida de un niño esta llena de magia, no seamos nosotros quienes les quitemos la alegria de creer y soñar.